Ya había planeado que hoy volvería al blogging, pero jamás se me cruzó la idea de que lo haría escribiendo sobre
la muerte del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, maestro de cronistas y grandes periodistas -él, más grande que todos estos, queda claro- e inspirador de los que aspiramos a serlo.
Fui el primero que se enteró en mi redacción. Lo vi en el nick del messenger de un colega de mi ex diario:
"Confirmado, muere Kapuscinski". Además de lo mal que estaba construida la frase, me llamó la atención, obviamente, la pérdida de un colega -perdóneseme el exabrupto que puede derivarse de esa frase-, y lo rápido que reaccionaban los periodistas que conocemos de su trascendencia.
Le dije inmediatamente por el mismo medio a un compañero que se sienta en un escritorio detrás del mío:
"se murió kapuscinski... o como se escriba, el caso es que se murió". Mi compañero, kapuscinskiano -o como se escriba- tanto como calamariano (admirador de calamaro) casi se quiebra. Lamenta que sus libros del
señor k se quedarán sin el autógrafo deseado, pero más que eso, creo que le duele no poder preguntarle alguna vez al periodista polaco el secreto para escribir tan bien, si es que lo tenía,
y si es que se puede escribir tan bien como él lo hacía.
Otro clickeó al instante a ver la noticia en el diario El País, y otros no decían nada, indiferentes o desconocedores de la obra del que ha sido considerado uno de los más grandes reporteros de guerra del periodismo mundial. Y no es que haya leído todos sus libros, apenas he terminado unos cuantos, aunque sí hubo una época en que revisaba todos los rincones de la red buscando sus artículos y reportajes, y compraba todas las revistas que anunciaban un texto con su firma.
Lo admiro por sus ideas y consejos para las nuevas generaciones, por darle alma a esta profesión que cada vez parece más regida por los avances tecnológicos que por la atención a los detalles; por su desprendimiento y entrega para vivir con los sujetos de sus historias; por esa dosis de locura que tenía para abandonar a su familia durante meses o años con tal de escribir un gran reportaje, algo que sinceramente creo que yo no haría; por haberme dado algunas de las más bellas horas de lecturas acompañadas de reflexión que recuerdo. Por ser un modelo de periodista.
Y no es pose, como acusó aquel periodista que anunció la muerte del señor k en un nick de messenger. Es simple pena por la pérdida de un amigo literario, y este post es un simple agradecimiento.
Foto: El País