01 agosto 2007
El fútbol y la guerra en Iraq
Ser periodista de la sección Internacional en el Perú puede ser monótono, hasta aburrido, pero muy ilustrativo. Estar un año en esa sección en el diario Correo, donde básicamente la información se obtiene de los cables de noticias, me enseñó mucho de lo que pasa en el mundo, pero también me dejó un sentimiento de vacío al saber que había lugares como Iraq, en el que todos los días muere gente, aunque para nosotros solo signifiquen una oportunidad de un buen titular.
Consumir todos los días noticias de muertos en Iraq ya se hacía una macabra costumbre, no sentía nada, solo, a veces, me despertaba la curiosidad cuando había alguna historia detrás de un mutilado común y corriente. Como cuando en mayo del 2006 los sunitas -una de las varias etnias que se pelean el control territorial del país- asesinaron al capitán y a dos jugadores de su equipo nacional de Copa Davis solo por usar pantalones cortos, osea 'shorts', con los que juegan los tenistas de todo el mundo.
Todo esto lo recordé cuando leía que el equipo de fútbol iraquí teme volver a casa luego de ganar la Copa Asia por primera vez en su historia, solo porque temen que ellos o la gente que celebraría con ellos puedan ser víctimas de atentados. Y no es que sea un temor gratuito, sino que ya ocurrió. Cuando pasaron a la final tras vencer a Corea del Sur los radicales aprovecharon la multitud que celebrara para detonar coches-bomba, en los que murieron 50 personas. En las celebraciones ya tras la obtención del título murieron seis más en otro atentado.
Resulta que este equipo ha hecho lo que no han logrado los políticos ni los generales: juntar perro pericote y gato, es decir, formar un equipo en el que hay jugadores de varias de las etnias, chiitas y sunitas, kurdos y árabes. Ahora ese equipo es candidato al Príncipe de Asturias de los Deportes. Si lo gana, será un buen mensaje de paz, aunque esta esté lejana.
Vea la distribución territorial de las etnias iraquíes en el país.
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