Villoro presentó Safari Accidental

Villoro es gigante. Mide 1.92 pero,visto desde el 1.70 y desde la admiración, parece que fuera inacabable. Más o menos de esta manera comenzaría una crónica o perfil sobre él, según acordamos tres periodistas peruanos, caminando bajo la garúa, cuando salíamos del restaurante miraflorino Pescados Capitales, donde el cronista mexicano presentó su libro Safari Accidental.

Me contaron que el seminario que dio el lunes 14 y el martes 15, ha sido de las mejores clases de periodismo que ha conocido Lima en mucho tiempo. Puede parecer exagerado, pero con Villoro existen grandes posibilidades de que no lo sea. Él parece una especie de Aleph, que no oculta sino que revela conocimiento. Puede hablar sobre cualquier cosa y siempre te estará dando un enfoque distinto, una frase memorable.

En un minuto estaba contando que le falta entrevistar a Bob Dylan y que sería exagerado que le den el Nóbel. Al otro aseguraba que no firmó aquel manifiesto de los intelectuales mexicanos para pedir el recuento total de los votos de las elecciones presidenciales que perdió el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador; pero también dejó en claro que igual lo hubiera firmado, pues votó por él.

Lástima que no estuve en el seminario, pero que bueno que corregí en parte ese accidente. Parafraseando el comercial del Trome, su libro cuesta -costó en la presentación- 35 soles, pero vale mucho más. "Algo lees, algo aprendes", dice el vendedor de revistas que sube a los micros. Así, Safari Accidental no tiene prólogo, pero trae una introducción llamada Ornitorrincos. Notas sobre la crónica, donde desglosa en seis partes este género que "es la encrucijada de dos economías, la ficción y el reportaje", según dice en una de sus definiciones. Un maestro.