El payasito terminó de hacer sus malabares y se acercó a los autos estacionados para pasar el sombrero. Husmeaba por las ventanillas pero pasaba rápidamente de largo sin que alguna mano lo detuviera. Su compañero lo mirada desde un lado de la avenida. Esperaba sentado su turno y observaba a su compañero. La luz roja del semáforo estaba a punto de cambiar.
El payasito apuraba el paso. Hasta que un brazo salió desde un Volvo negro y le entregó una botella de Guaraná medio vacía. El payaso la cogió con indiferencia, como si estuviera acostumbrado a recibir por su arte ese envase a cambio de monedas. El semáforo parpadeó, y el payaso corrió a sentarse al lado de su compañero. Ambos compartieron el refresco.
Yo observaba la escena desde un taxi más atrás, y me dieron ganas de bajarme del auto y mandar a la mierda al conductor del Volvo y al payasito, por huevón. Cualquier limosna no vale la humillación. Pero en esta Lima que se muere de hambre y que cada día es más horrible de lo que fue ayer, las migajas sirven, aunque sean de pan hongueado.
1 comentario:
Asi es hermano, cada vez pasa cada cosa, y uno ya no ve la forma para no quedarse con los brazos cruzados,
hay una cancion del gran Ruben Blades, que se llama "Buscando America", el final de la misma dice algo asi como "con confianza, por muy dificil que sea la cosa, hay con que, tenemos el deber, y vamos a hacerlo..."
saludos
J.
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